Por Miguel Rodríguez Suárez, L.D.
El día sábado 30 de agosto, cientos de veracruzanos se congregaron en el zócalo de la ciudad para realizar una marcha de protesta en contra de la inseguridad y la violencia que pululan en el país.
Partiendo desde este punto, los asistentes, todos ellos vestidos de blanco, marcharon a través del Boulevard de Veracruz, con destino a la plaza de la soberanía, lugar donde se encuentra el asta bandera.
Tal y como se había dispuesto, la marcha no contó con ningún tinte partidista, evitando también la presencia de autoridades políticas. Encabezando la marcha, iba la bandera de México, acompañada de globos blancos.
Entre el contingente encontrábamos de todo: hombres, mujeres, niños, estudiantes, adultos mayores, extranjeros, e incluso un grupo de payasos se sumó a la marcha.
El factor común entre todos los asistentes era la resolución, todos buscaban lograr un mismo objetivo con esta caminata: atraer la atención del gobierno, de las autoridades en general; hacerles ver que no son unas cuantas las personas hartas de la situación que está atravesando el país.
Mientras la marcha avanzaba a través del Boulevard, muchas otras personas se fueron sumando poco a poco a la procesión, haciendo que el contingente fuera cada vez más grande.
Algunos otros, desde balcones o bardas, aplaudían al paso de los caminantes, y lanzaban expresiones de apoyo.
Varios más se limitaban simplemente a mirar, mientras que ciertos grupos ni se inmutaban.
Finalmente, tras una larga caminata, se llegó al punto final del recorrido: la plaza de la soberanía. Ahí, tras unos breves minutos de espera, todos los asistentes entonaron el Himno Nacional. Como observador y partícipe de esta actividad, es difícil describir aquella sensación: tal cantidad de personas, entonando un canto que representa y une a todos los mexicanos, con un sentimiento tan fuerte; es realmente algo que te eriza la piel. Después de esto, los animadores efectuaron varios llamados al pueblo para luchar contra la impunidad, contra la injusticia, la corrupción y otros males. También aconsejaron a las autoridades que “Si no pueden, renuncien.” Por un buen rato más la gente se mantuvo en este lugar echando porras y protestando; hasta que poco a poco la muchedumbre se desintegró y las calles recuperaron algo de su normalidad.
Algo que me gustaría hacer notar, es la indiferencia y el desinterés por parte del pueblo veracruzano: la asistencia fue más reducida de la esperada; se podía ver muchas personas en restaurantes, paseando, tomando café y en general realizando otro tipo de actividades intrascendentes; que prefirieron continuar con la tranquilidad de la rutina que participar en una acción cuyo objetivo es el bien común, no el de algunos cuantos.
Sin embargo, es bueno saber que hay personas que todavía se preocupan por buscar un cambio, no esperando a las acciones del gobierno, sino saliendo alas calles a exigirlo, buscar mediante acciones concretas que se escuche la voz del pueblo, que nuestro gobernantes se den cuenta de que ya estamos hartos de lo que ocurre, y que estamos dispuestos a actuar. Sólo así, mediante acciones y medidas especificas, podemos provocar un verdadero cambio en nuestro país.
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